Recortes sociales en Europa

Si cantara el gallo rojo...

Si cantara el gallo rojo...
...otro gallo cantaría

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La crisis es sobre todo política. El cambio necesario se llama República.


El 6 de diciembre, mientras el Borbón y sus súbditos (todos los Grupos Parlamentarios), celebren el 32 aniversario de la Constitución, miles de personas – con más fuerza y más razones que nunca – se manifestarán en Madrid denunciando la ilegitimidad de una Carta Magna que consagra como Jefe de las Fuerzas Armadas y garante de la unidad territorial a un rey heredero directo del dictador.

Los pilares que mantuvieron la Dictadura y cuya continuidad aseguró la Transición empiezan a hacer aguas seriamente ante la opinión pública, a pesar de todas las manipulaciones informativas imaginables. La indignación popular aumenta frente a una corrupción que penetra todas las estructuras del Estado, el poder económico creciente de una Iglesia cada vez más desprestigiada por machista y cavernícola, la negación del derecho de Autodeterminación mientras el clamor popular en su defensa arrecia en las nacionalidades, la complicidad del Gobierno PSOE y de la monarquía en la masacre de El Aaiún y sobre todo, ante la percepción de que hay una inmensa tomadura de pelo en la que mientras la clase obrera paga los platos rotos, la burguesía se sigue llenando los bolsillos.

Pese al bloqueo informativo de cualquier crítica a la corona, la imagen de la monarquía se degrada ante un pueblo que ve que, mientras el paro y la miseria es el único porvenir suyo y de sus hijos, salen cada año 9 millones de euros de las arcas públicas para financiar los holgazanes de la Casa Real. Además empieza a ser vox populi que el Borbón, que llegó “con una mano delante y otra detrás”, acumula miles de millones de euros, aquí y en Suiza, producto de corrupciones sin cuento, por las han sido juzgados sus amigos más cercanos. La ley del silencio y la impunidad que la Constitución le garantiza han impedido su imputación. La sucesión de su hijo Felipe, cada vez más cercana debido a la enfermedad del rey, y con ella la continuidad de una monarquía que no tiene otra legitimidad que ser el botín de guerra impuesto a unos pueblos derrotados y masacrados, es cada vez más impopular. La miseria tiene cara de hereje, como decía Quevedo, y una clase obrera que ve caer salvajemente sobre sus espaldas las consecuencias de la crisis está cada vez menos dispuesta a comulgar con ruedas de molino de príncipes y princesas.

El párrafo final del manifiesto unitario del 6D apunta en la dirección correcta: “Hoy más que nunca, planteamos que el cambio de gobierno no es la solución. El baile en el gobierno del PP y el PSOE más parece el baile de los vampiros. En definitiva, no habrá soluciones parciales. Es preciso cambiar la situación de raíz y enfrentar la necesidad de un cambio de régimen y la instauración de la República como orden social realmente democrático en el que la hegemonía la tengan la clase obrera y los pueblos. Ese es el camino. Esa es la única garantía de futuro” Hoy más que nunca, planteamos que el cambio de gobierno no es la solución. El baile en el gobierno del PP y el PSOE más parece el baile de los vampiros. En definitiva, no habrá soluciones parciales. Es preciso cambiar la situación de raíz y enfrentar la necesidad de un cambio de régimen y la instauración de la República como orden social realmente democrático en el que la hegemonía la tengan la clase obrera y los pueblos. Ese es el camino. Esa es la única garantía de futuro.